viernes, 4 de septiembre de 2009

Sepamos “ser” como queremos


La absurda lógica de ser lo que no se es, esconderse detrás de su propio rostro, bajo una careta sin sentido. Lo real es lo único verdadero y ¿qué es real?, lo auténtico que cada uno sabe ser en el momento, ese instante límite donde se desdibuja tu voz de tu nombre, donde ya no sabes de que otra forma ser.

La vida es búsqueda infinita de aquello que se quiere ser. Caminos distintos que nos separan y nos volverán a unir, caminos que transitamos para encontrarnos o reencontrarnos, esa es la vida, un camino eterno hacia sí mismo, hacia el reconocimiento. Y no hay que olvidar que en ese camino hacia el reconocimiento, también están presentes algunos ajenos, ajenos que dejarán de serlo y otros que seguirán siéndolo toda la vida.


Este escrito surge a propósito de ver la película cubana Fresa y Chocolate, donde su protagonista que es homosexual se encuentra restringido bajo un régimen político que considera que la Revolución es cosa de “machos” y que un homosexual no puede ser revolucionario, como si la Revolución fuese un acontecimiento privativo de géneros o inclinaciones sexuales. Este film narra una historia ficcional entre dos hombres, uno heterosexual y otro homosexual que terminan siendo amigos más allá de las diferencias, no solo en cuanto a sus inclinaciones sexuales sino también en cuanto a sus forma de ver y vivir la realidad cubana. Y siendo una ficción no deja de mostrar con una acertada ironía la condición a la cual son rebajados los homosexuales que viven en el régimen comunista. A esto se le suma un importante factor y es la visión del arte y la cultura en la Sociedad Cubana. Pareciera que solo los gays tienen “esa” sensibilidad para apreciar el arte, la literatura, escuchar música clásica y tomar té. En la Sociedad machista cubana, aún hoy se piensa de esa forma, lo cual considero un atraso sociocultural. Y así se educó una generación, tal vez aquella que emergió con la Revolución, la cual no distingue entre ser como “hay que ser” y ser como se quiere ser, porque la Revolución no necesitaba de débiles o “gente que esté en la bobería”, sino de hombres que acataran órdenes de acuerdo a un ideal, o a la idea que se tenía de ideal, que poco a poco se fue derrumbando. Porque no existe un ideal que no permita ser al hombre libre, de ideas, de actos y de expresión.