miércoles, 22 de abril de 2009

Contando vidas

¿Acaso vivimos el día a día como si fuera el último?, no hace falta pensar que es el último, puede ser el 3568 día de tu vida y no por eso deja de ser importante. Cada pensamiento, cada acto según ese pensamiento debe coincidir con la idea de que no es malo estar mal, pero hace mejor estar bien….¿porque no hacer todo para que eso pase?.

La insistencia erra en el momento que se vuelve obsesión, nada es natural si se hace teniendo que hacerlo, se hace o no. Es eso lo que duele, que no se hace. Y sin embargo todo vuelve a la normalidad en un instante, un instante que se llena de luz con unas pocas palabras. ¿Son solo palabras, cual es su esencia para que puedan penetrarnos tan intensamente, que fuerza oculta poseen para derribarnos o resucitarnos en un momento?

Son muchas ideas inconclusas que no encuentran respuesta, no encuentran su fin, porque no quieren dejar de ser eso, preguntas que te cuestionan para el resto de tus días y es por eso que estamos vivos, porque podemos preguntarnos, preguntar y acaso contestarnos o contestar. En ese sinfín de oraciones inconclusas solo puedo expresar mi deseo, ese deseo vagabundo que no tiene lugar ni tiempo, es eterno y exigente hasta hacerme sangrar. Las gotas caen danzando en el aire cual hojas de otoño sobre una calle húmeda. Forman un puente rojo y al final del puente alguien me espera, sonríe y a medida que me acerco comienzan a caer lágrimas de sus ojos, lágrimas negras, como si se hubiese pinchado los ojos con un lápiz de tinta china. No llores mi amor, ya no hace falta, tus lágrimas no pueden hacer que renazca, ¿acaso no ves el puente? es mi sangre, es mi vida que se va, que se pierde en cada huella. El amor no es para mí, me duele, me hace sangrar y deseo vivir acaso un día 3569.