domingo, 31 de mayo de 2009

La Eternidad y un día


Pasa como en esas películas donde se desdibuja el límite entre realidad y ensoñación, donde una mujer descalza camina sobre la arena de un mar calmo, vestida de blanco y descalza. Pasa , como en esas películas donde un hombre vestido de negro agita un pañuelo sobre una colina, un hombre vestido de negro y con un pañuelo blanco.

¿Y que más puede pasar en esas películas? Un comprador de palabras, poeta desconocido con un poema a cuestas, interminable y eterno como su deseo. Un niño de triste sonrisa que canta versos de flores y ausencias, un niño rubio que sonríe.

Y un día, el último, donde se pueden comprar todas las palabras que terminen ese largo poema, donde recuerdes a la mujer descalza caminar sobre la arena y ese niño te sonría por última vez, sentado en un autobús, escuchando una orquesta tocar una música hermosa, ese día que puede durar una eternidad.


“El rocío del último amanecer anunció la llegada del Sol radiante. Ninguna neblina o sombra desafió al mar. La perfección del cielo sin nubes acariciando los rostros allá abajo, como si susurrase en el escondite del corazón; la vida es dulce”